El hombre más feliz del mundo existe. Se llama Matthieu Ricard y hace 30 años que dejó todo para seguir el camino del budismo.
Ricard dejó su casa, su familia y sus millones provenientes de la venta de sus libros en el olvido para vivir en un monasterio, sin bienes materiales. Sólo acompañado de su paz interior.
Científicos de
Los resultados se compararon con los obtenidos de voluntarios cuya felicidad variaba entre 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). El monje dio unos números que desbordaron lo que los investigadores habían imaginado: -0.45. Sin duda, Matthieu Ricard es la persona “más feliz del planeta”.
Pero él no acepta este título aunque piense que su cerebro está “muy lejos de los parámetros normales”.
Científicos logaron probar que la corteza cerebral izquierda contiene las sensaciones del placer. Mientras que en el lado derecho se encuentran aquellas que se relacionan con la depresión, ansiedad o miedo.
Los especialistas que llevaron a cabo el estudio no creen que sea una coincidencia que los budistas –que se pasan prácticamente todo el día meditando- sean los que más interacción tengan en la parte izquierda de su cerebro.
Ricard explica este comportamiento en la “plasticidad cerebral” que tienen los devotos a la religión para alejar los pensamientos negativos y poder concentrarse, solamente, en los positivos. Según él, el concepto de felicidad se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y, lo que es más improbable, alcanzar definitivamente y sin condiciones. Suena fácil.
El estudio de textos budistas hizo que dejara todo y se fuera hacia el Himalaya para convertirse en discípulo de Kangyur Rinpoche, un histórico maestro tibetano. El ex biólogo dejó el laboratorio y luego de viajes por monasterios y estudiar la religión se convirtió en la única persona europea que habla tibetano clásico y por eso es, actualmente, uno de los principales asesores y traductor al francés del Dalai Lama.
Todo parece color de rosa, pero la transición no fue nada fácil. Se tuvo que replantear todos los ideales con los que fue educado y al ateísmo de su padre. Los diálogos que mantuvo él con su padre se volcaron en el libro que editó llamado “El monje y el filósofo” que –sólo en Francia- vendió más de 500 mil ejemplares.
“Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo”, declaró el padre de Ricard antes de morir.
Uno de los aspectos que más llamó la atención de los científicos americanos fue la capacidad de los monjes de apartar sentimientos que ellos creían inevitables en la condición humana: el enojo, la avaricia y el odio. Los impulsos de sus cerebros demuestran una capacidad mucho mayor de controlar sus sentimientos.
El budista suele explicar que los sentimientos negativos del ser humano, muchas veces, no están justificados, sino que muchas veces se crearon de forma artificial como respuesta a frustraciones. Ésos son los impulsos que el francés piensa que hay que controlar para llegar a una felicidad mayor.
Finalmente, los científicos que realizaron la investigación en los impulsos de Ricard creen que estas actitudes tomadas por los monjes podrían servir para superar enfermedades como la depresión y que la gente pueda entrenar al cerebro de la misma forma que se entrena al cuerpo para estar en buen estado físico.
etiquetas: noticias
Saludos!
ser feliz así por así?
si sos feliz no te sometés a un estudio (o sí?)